No son pocas las leyendas, cuentos y anécdotas que a través de relatos verbales han llegado hasta nuestros días sacados del floklor del pueblo. Así que te mostramos unas cuantas, a continuación:
xEl gallo encantado
En la parte oriente, a escasos cinco kilómetros de la población de Berriozábal, cercano a
Este personaje tenía un enemigo poderoso que pretendía arrebatarle sus riquezas y dominios, era el dueño del Cerro de
Cuando se encontraban el dueño de
Hace muchos años, tantos, que en esa época a la que vamos a referirnos; todos los animales sabían hablar para comunicarse entre sí pues tenían buenas relaciones que los hacían pacíficos y solidarios. Cuando surgía alguna diferencia entre ellos, la arreglaban armoniosamente; no había tiranos ni déspotas, existía amistad y respeto, disfrutaban con plenitud la libertad de su hábitat; por la observancia de estas buenas costumbres les sorprendió mucho la actitud de un león joven y fuerte que en una reunió general les dijo: “yo quiero ser el rey de todos los animales de esta región porque soy el más fuerte y el más inteligente. Si ustedes lo aprueban quedaré contento, pero si se oponen lo seré a la mala”.
Los comentarios y opiniones no se dejaron esperar, la discusión se prolongó y el fallo fue negado; el león no quedó conforme y principió una campaña de convencimiento para que lo apoyaran los más grandes y fuertes. Como lo hacía con promesas y amenazas, -según el caso- poco a poco fue consiguiendo partidarios de su acusa y por un hecho muy singular se generalizó la contienda que inicia cuando un grillo estaba durmiendo la siesta en el suelo, debajo de una hoja seca. El león rebelde pasaba por ahí y al dar el paso una de sus patas llegó junto al grillo, que despertó de pronto y exclamó: “qué bicho torpe anda ahí que me aplastó mi dedo más chiquito”. El león sorprendido porque no veía quien le hablaba respondió: “no me insultes animalejo tonto porque yo seré el rey y te castigaré”. “Ni serás el rey ni me castigarás porque no lo permitiremos, grandulón”, replicó el grillo; el león ya enojado le dijo: “sal de tu escondite para que te conozca, miedoso”, el grillo soltó una carcajada y saltando a una rama cercana volvió a decir: “para qué seguir discutiendo, mejor midamos nuestras fuerzas; te reto a una lucha en el campo del árbol seco”; el león respondió: “acepto, dentro de diez días te espero en el lugar que dices” y se retiró con paso lento.
El grillo fue a visitar al conejo gris a quien le contó lo sucedido y le pidió consejo y ayuda; su buen amigo se comprometió a ayudarlo y ambos formaron el plan, dando principio desde ese momento. Salieron al campo por rumbos diferentes en busca de pumpos que iban a necesitar, hallaron suficientes y regresaron para dar a conocer la fecha de la contienda, acordaron que las más indicadas para estas tareas eran las urracas y las cotorras que aceptaron y desempeñaron su trabajo con mucho gusto; al día siguiente, por la madrugada, el conejo gris mandó a todos sus compañeros y familiares a transportar los tecomates a la cueva cercana al campo, dejándola casi llena.
A la noche siguiente, les tocó el turno a las ratas y a los pájaros carpintero para hacer una abertura en la parte superior de los tecomates y sacar las semillas; después fueron las hormigas arrieras, chapulines y otros animales pequeños que los dejaron limpios por dentro.
Faltando tres días para la pelea, el conejo gris comisionó a sus compañeros y amigos para llenar de avispas cada recipiente. La tarea era peligrosa, pero ellos lo hicieron bien. Antes de partir al campo a cada uno le asignaron un panal con todas las señas necesarias para localizarlo fácilmente; cada quien llegó a su destino, colocó el tecomate en la boca de la salida del panal, sacudió la rama, y al momento de salir las avispas, quedaban atrapadas en el interior. Pusieron un tapón al tecomate y lo regresaron a la cueva dejándola repleta, con esta operación completaron los preparativos del combate y solamente esperarían la fecha convenida.
Mientras tanto, el león estaba inquieto por carecer de noticias del grillo y los preparativos que hacía; para calmarse llamó a la zorra y le ordenó que fuera a la guarida del grillo y observara lo que hacía, la zorra confiada en su astucia y sabiduría, prometió hacer cuanto le pidió el león y partió. En poco tiempo llegó a la cueva, observó cuidadosamente y como no vio nada sospechoso se introdujo, no había caminado mucho cuando sintió fuertes golpes que la hicieron retroceder y al instante recibió muchos piquetes que consideró eran lanzas muy agudas y se dio a la fuga lo más rápido que pudo; al entrar a la cueva, la zorra no vio a los búhos quienes avisaron a los guardias que la golpearon y le destaparon un recipiente lleno de avispas que se ensañaron con ella. Después de un penoso regreso para llegar frente al león, éste la culpo de inútil y nombró a otro animal que por sus costumbres consideró mejor; éste era el tlacuache, que habituado a robar gallinas de lugares seguros y bien vigilados esperaba buen resultado. El nuevo espía contento porque lo tomaron en cuenta llegó pronto a la cueva; sin hacer ruido se acercó a la entrada y lo único que pudo ver fue un enjambre de avispas furiosas que después de tres días de encierro y sin comida se ensañaron con el pobre animal, y lo envolvieron picándole repetidas veces. Se hizo el muerto y cuando consideró prudente, fue saliendo paso a paso con el cuerpo hinchado y todo adolorido. Llegó con el león y le contó que el grillo tenía un gran ejército de soldados muy bravos, todos uniformados de chaqueta negra quienes lo habían dejado casi muerto; se preocupó el león por la noticia, pero al ver el gran número de animales que estaban reunidos, se animó y pensó que con es fuerza enorme no habría nada capaz de vencerlo.
Cumplido el plazo para entablar la lucha entre los dos bandos, los elementos de ambos empezaron a llegar. Al poco rato el campo estaba lleno de animales venidos de lugares lejanos que se veían rendidos por tanto caminar, pero deseosos de participar en la contienda. A las doce del día todos estaban impacientes; los partidarios de la tiranía que deseaban se designara un rey eran los más grandes, más fuertes y poderosos. En cambio los del bando contrario, los de menor tamaño, inofensivos y nobles partidarios de la reunión, la tranquilidad, el buen trato y los más numerosos, estaban ahora frente a frente para decidir la situación; momento importante para el futuro de muchas especies que convivían armoniosamente. Las urracas y las cotorras dieron la señal de iniciar el combate y aleteaban a los contendientes para luchar por su causa; el grillo y el conejo gris en el momento preciso dieron la señal de destapar los tecomates a los conejos que estaban escondidos en el campo contrario; el resultado fue rápido pues las avispas empezaron su tarea y en un momento en el bando del león se hizo un desorden incontrolable. Los animales rugían, bramaban, cada quien a su modo manifestaba el estrago que le hacían las avispas hasta que ya no era posible presentar resistencia al acoso implacable de los atacantes.
Salieron del campo en desbandada haciendo cabriolas, dando coces al aire, rugiendo, relinchando; en fin, una verdadera estampida que hizo perder la batalla al león que pretendió modificar la vida y las costumbres de una comunidad de seres que vivían en paz y armonía.
El grupo que apoyaba al grillo en su rechazo a la tiranía de un rey, no sufrió bajas y esperaron quietos hasta que las avispas se calmaran y retornaran a sus panales, para reunirse y celebrar el triunfo obtenido por la valentía del grillo y la inteligencia del conejo gris. ¡Qué bueno sería que surgieran muchos de ellos entre los humanos!
Editado por Édil Jessiel