domingo, 12 de octubre de 2008

¨:.+'+.Todosanto.+'+.:¨



Motivado por una petición, además de que era imprescindible tratar esta tradición, salí a investigar con mi mamá Luz y mi tía abuela. Justamente en la noche del día siguiente de que leí la petición, es cuando salí. Con la primera que acudí fue con mi tía, quien gustosamente me recibió con un beso en la mejilla. Comencé por decirle la razón de mi visita, y ella con mucha atención me escuchó mientras le preguntaba cada cosa que yo consideraba importante para saber correctamente lo que quería. ¿Y qué quería yo? Saber cómo se celebraba el día de muertos cuando ella era chiquita. Así pues, por cada duda que le planteaba brotaba una respuesta solemne, aunque no bien terminada. Con forme transcurría el tiempo en mi mente se iba plasmando la forma en que se llevaba a cabo la celebración. Articulada por cada idea que se creaba, y así subsecuentemente también le planteaba a mi tía cómo lo veía yo. Le decía: imagine que en ‘tal’ lugar estaba el altar, que tenía ‘esto’ y ‘esto’ y ‘esto’; a lo que ella contestaba con una reafirmación o arreglaba lo que estaba mal. Y por fin, después de una larga charla, entre recuerdos, risas, afirmaciones y suposiciones; quedó completo lo que buscaba.

Pero no solo con ella podía conseguir información, por ello después busqué a mi mamá Luz. Y con ella se vindicaron cosas que mi tía me había dicho, además de que algunas fueron cambiadas, y otras agregadas. Durante los siguientes días me dediqué –cuando podía- a preguntar más a detalle, con esto conseguí desplegar el orden como se realizaba; se aclararon mis ideas, y comencé a escribir poco a poco. Así pues, he aquí lo que les traigo:


Muchos saben y conocen que del día 31 de octubre al 02 de noviembre, se celebra y conmemora Todosanto o Día de Muertos. También varios estarán inconformes por el nombre que he escrito de ‘Todosanto’, porque querrán escribirlo como ‘Todos los Santos’ –como está escrito en la entrada de “Atractivos culturales y turíticos”-. Pero he aquí la razón del por qué lo escribo así.

¿Por qué Todosanto?

Anteriormente los señores tenían muy arraigadas sus tradiciones. Tanto así que de forma estricta los señores más grandes enseñaban a sus hijos, nietos e incluso a bisnietos, a estar con ellos en cada acto que se llevaba a cabo durante las celebraciones. Cada vez que los pequeños preguntaban a los tatas la razón de por qué se llamaba todosanto, incluso los tatas no podían contestar de forma clara. Pero ciertamente hacían referencia a que no era porque se refirieran a los santos; sino que durante esos días, a los santos le pedían por el alma de los muertos, mas no era a ellos a quienes celebraban. Al pronunciar, mencionaban ‘todosanto’ talvez queriendo decir ‘Todo los santos’, pero con una característica distorsión. Debido a eso, a estos días de celebración se la conoce como “Todosanto” o “Día de Muertos”.

Cómo se celebra

Esta fiesta tradicional para todos los mexicanos, se lleva a cabo -aunque con un toque distinto- en cada parte de la república. Y no podía hacer falta que también los berriozabalences lo celebremos con nuestro propio estilo seguido desde mucho antes que nuestros abuelitos nacieran. Aunque es de notarse que ahora se ven influenciadas nuestras tradiciones, por otras ajenas. Como antes mencionaba, estas tradiciones estaban tan arraigadas, que los señores grandes no permitían falta alguna por parte de algún familiar suyo, con respecto de lo que ellos respetaban con solemnidad. Con esta forma estricta de realizar los festejos, querían enseñar a las nuevas generaciones a ser respetuosos ante la memoria de los ya fallecidos. Trataban de que toda la familia –desde los hijos hasta los bisnietos- estuviera presente durante el acto.

Así pues, antes de que llagara el 31 de octubre, se alistaba todo. Desde lo que iba a llevar el altar, así como lo que se ofrecería a quienes llegaran a la casa. Dulces, comida, bebida y adornos; todo esto se tenia listo previamente para no ser interrumpidos durante las celebraciones. Para el altar se preparaba: calabacita con dulce, chocolate, camote con dulce, manzanillita con dulce, yuca, leche, pozol de cacao, tamal de hoja y zacapatzé. Además se colocaban: pliegos de papel china –de diferentes colores-, candelas, veladoras, mazorcas, guineos, cañas, calabazas macizas, naranjas, limas, una copita con trago, cigarros (si fumaba) y ramos de flor de Taray y Musá. Se compraba: pan, nuégados, turrones, borregos de azúcar, melcocha, puxinú, jocote curtido, nanchi curtido, caramelos de miel, en fin los dulces que pudieran poner.

Talvez ahora se celebra muy distinto, pero, pregúntenle a sus abuelitos si en ese entonces se podía tener lo que ahora tenemos. Ya que en aquel entonces, era más presto poner lo que a buenamente se tenía, por eso no precisamente era como ahora, que en el altar se coloca lo que el difunto consumía mientras estaba vivo. Tampoco se adornaba todo el altar con papel picado, sino que se ponían los pliegos de papel así sin más. También las candelas eran ataviadas, con tiras de papel de china que en un extremo se unían a una flor –de tres a ocho tiras-, sostenidas con una arandela, o hilo de fierro -por lo general-. A las velas chicas que eran dedicadas a las almas de los niños –almas chiquitas o angelitos- se adornaba con papeles de colores (rojo, blanco, rosado, celeste, entre otros). En cambio a las velas más grandes -dedicadas a las almas grandes- se les adornaba de color negro y blanco. El tamal de hoja era muy exclusivo, ya que no todos se podían dar el gusto de hacerlo cuando se deseara; así que se reservaba para estas fechas. Aparte del tamal de hoja si se podía se compraba con quien pasara vendiendo, tamal de bola o de juacané –que eran los más preparados en aquel entonces, no como ahora-, y se agregaban al altar.

La alegría era más abundante cuando llegaba el momento de alistar el altar el día 31 de octubre, por la mañana. Pues bajo el altar de los santos se ubicaba una mesa donde se acomodaba un poco, una probadita de todo lo que llevaban listo. El pan que dedicaban este día era para los angelitos; por eso conseguían panes adornados con figuras de colores. La leche era destinada para los más pequeños. Y especialmente si antesito acababa de salir el primer tamal de la tamaliza, se deshojaba sobre un plato para que según ‘el muertito disfrutara del olor’ o lo degustara. Además de que ponían una probadita del platillo que preparaban en el día para la familia. Dos varas de caña -sin que se le quitara las hojas- se ponían a los lados como si hicieran un arco sobre la mesa, frente a esta se situaba una banca, llenándola de las frutas; y en ollas, tachuelas y apashtes, dejaban el resto de lo preparado, así como unas mazorcas semideshojadas. Sobre el piso delante de la banca, hacían un montoncito de mazorcas sin deshojar -como unas quince mazorcas-, y a los lados colocaban una calabaza maciza, como para prepararla después de terminadas las fiestas. Regaban unas varitas de flor de taráy, musá, - si tenían- de pimientilla, y flor de seda. A las orillas otros ramos de flores, y delante de todo se hacían agujeros para las velas dedicadas a los angelitos. Es así como a las 11:00am se disponían a prender las velitas, donde los abuelitos comenzaban a mentar (nombrar) a la vela, diciendo: ‘esta vela la pongo para mi…’ hijito, o nieto, o sobrino. A la vez que una persona sahumaba con un brasero donde quemaba copal (o estoraque), incienso, niquinámbar (o liquidámbar) y bálsamo, también contrataban una rezadora si podían. Como es peligroso dejar que las velas se consumieran junto con los adornos con que se vestían; vigilaban que poco antes de que la flama tocara el papel, bajaran la arandela poco a poco, hasta que la retiraban antes de que se derritiera toda la vela. Cuando se terminaba la vela, era entonces cuando prendían las veladoras para dejarlas el resto de la noche, hasta que se acabaran. A una de las que dejaban sobre la mesa le mentaban: ‘Esta vela es para todos los santos’, y a otra decían: ‘Y esta para todas las almas que no tengan quien ruegue por ellos’. Al día 31 de octubre se le conocía como ‘Día de los angelitos’.

Durante el 1 de noviembre se anexaban a la mesa los panes como: rosquillas, coronas –adornadas o no, con flores de la misma masa-, y tortas de higo. Por la noche, aproximadamente a las 8:00pm se llevaba a cabo la mentada de las velas mayores donde pronunciaban -similar como con las menores, solo que dedicadas a personas grandes-: ‘Esta vela la pongo para mi…’ hijo, nuera, yerno, esposo, sobrino, y todavía se remontaban a dedicarle una vela a sus propios abuelitos, tíos y papás –en verdad que tenían buena memoria los tatas-. De la misma forma se sahumaba el lugar, pero esta vez era riguroso que hubiera una rezadora al momento de estar encendiendo las velas. Justo después del rezo, es cuando los niños salían con sus morrales y las niñas con sus canastillas, a pedir las sobras de las almas por las casas del pueblo –que en aquel entonces no eran tantas como hoy- diciendo en cada casa donde hacían parada: ‘¿Me regala’ste sobra de las almas?’, a lo que los dueños de la casa acudían para darles frutas menudas –claro, en ese entonces no daban dulces como hoy, o quizá alguno remoto-. Mucho de la fiesta era el que los niños anduvieran por todos lados y que la familia llegara a la casa como visita, y también el que las comadres se mandaran tamales las unas a las otras, que mandaran tamales a los tíos, a los abuelos, a los vecinos; eso era el festejo y la alegría. Y mucho más si había una novia entre la familia; ya que solo en estas fechas los muchachos llevaban gallos –serenatas- para dedicárselo a la novia. Ya sea con marimba, un trío, o un conjunto de acordeón, guitarra y flautín, pero debía ser contratado con mucha anticipación –dos meses antes o más- para tener apartado un lugar; porque si era a la mera hora, ya no se encontraba espacio.

Toda la noche era de estar con los invitados, cuidando que las velas no incendiaran la casa… y la devoción a los muertos. Mientras la noche transcurría, aunque los niños no hubieran querido estar presentes; se les olvidaba a la hora de estar jugueteando en la vida nocturna con los demás chicos. Al mismo tiempo los tatas velaban el altar frente a lo que bien podía ser una gran fogata conformada por la gran cantidad de velas que se hubiesen colocado, la cual permitía no tener necesidad de encender lámpara alguna. Y así pasaba la noche del día que era conocido como el ‘Día de las almas grandes’.

Para el 2 de noviembre, era de esperarse que la mayoría –sino es que todos- estuvieran desvelados, a pesar de que en la vigilia estuvieran tomando café incluso los pequeños. Pero lo emocionante de ese día era lo que bien conocían que venía al ir al panteón. Pues de igual manera, cerca de las 11:00am se arreglaban para encaminarse al lugar donde yacen los muertos. Antes de salir levantaban lo que había en el altar, aunque no dejaban que los pequeños llevaran algo, para evitar que se lo comieran en el camino. Las nanas eran quienes dejaban un bazo o jícara con pozol de cacao antes de partir –tampoco mi nana sabe por qué lo dejaban-. En el cementerio la familia se reunía en derredor de la tumba de su familiar fallecido. Arreglaban todo para que se viera bonito; ponían flores, presentaban lo que llevaban de comida, sahumaban y rezaban. Talvez ahora pienses que todo era fiesta, y es que la mayor parte así lo era. Pero del mismo modo era inevitable tener remembranzas que sucedieron con quienes ahora sabían que no podían tener cerca, y mucho menos tenerlos vivos. Por esta razón con solo llegar a la tumba se veían correr lágrimas principalmente por parte de las nanas, y también por el resto de los dolientes. A la mejor todos los recuerdos se juntaban rumbo al panteón, así que cuando se encontraban frente a sepulcro era inminente llorar. Pero a pesar de esto no perdían la finalidad con que iban, y continuaban con las celebraciones. Prendiendo velas, preparando el bracero para sahumar y llenar de olor agradable el lugar –aunque también servía para ahuyentar a los insectos. Principalmente mosquitos y moscas-, quemaban los adornos que habían puesto en las velas, elevaban oraciones, y se disponían a convivir con la familia reunida para comer el pequeño festín preparado para esos días que se disfrutaba en ese último día, conocido como ‘Día finado’, como haciendo referencia a la culminación, o dedicado a los muertos.

En ese entonces se le tomaba mucho aprecio a este tipo de actos tradicionales. Talvez ahora no, aun por unos cuantos que sean -pero depende de cómo lo tomen las personas-. Talvez hoy ya no se celebra igual...pero aun sigue vigente.

Gracias a mi mamá Luz y mi tía Valvina, las quiero mucho.